Había una vez una niña que salió de paseo porque se sentía descontenta consigo misma. Sentía una inmensa soledad así estuviese rodeada de mil personas. Triste por su apariencia e insatisfecha con su vida.
Un día un milagro cayó del cielo y se lo colocaron en sus manos.
Un inmenso tesoro, un cofre donde tenía la oportunidad de vaciar su vida de todos los lastres, inconformidades y pesos que en su mochila cargaba.
La decisión de la niña fue tomar el tesoro y abrirlo y durante su recorrido, el camino se ha hecho largo, a veces estrecho, borrascoso, pero, poco a poco ha podido ir vaciando la mochila e ir más ligera en su paseo. Yo no se sentía sola. Y está más satisfecha con la vida que lleva, ha comenzado a llenar su mochila de flores, estrellas y varitas mágicas que la han ayudado en las tempestades, ha llenado la mochila con otras cosas que siente a gusto llevar encima y que sabe que en algún momento le ayudará a protegerse a la hora de enfrentar nuevas situaciones.
Sabe que aún hay piedras que debe dejar, que debe vaciar el peso, pero poco a poco se da cuenta al mirar a su alrededor que ha estado acompañada durante todo el viaje por aquellos magos que le brindaron todos sus conocimientos…
La niña en el camino se ha hecho mujer y agradecida y con sed de vida está ansiosa por usar todas sus varitas mágicas y así en algún momento poderse ver como sus magos, acompañando en el camino a otros seres que lo necesiten.
Colorín, colorado…
Por Aura Gamboa. 24 abril 2010
En lo alto de una montaña nace un riachuelo, sus aguas son cristalinas y transparentes, corre montaña abajo, siguiendo el camino que su cauce le indica. A medida que avanza su correr, va cambiando de forma, es a veces más ancho, a veces más angosto, a veces más frío, a veces más cálido. Se nutre de todo lo que está a su alrededor y a la vez va nutriendo a los árboles y arbustos que crecen a su alrededor.
En algunos trayectos encuentra obstáculos, rocas que lo desvían o árboles caídos que parece fueran a retenerlo, pero el ímpetu del agua y sus ganas de llegar al mar son siempre tan poderosos como para superar esos obstáculos.
En algún momento del camino se une con otro río y forman un caudal más ancho, más fuerte, más vigoroso. Sus aguas se van integrando y el camino sigue y sigue.
En el trayecto hacia el mar son muchas las ramificaciones que se integran a él y también en algunos casos una parte de él se separa formando un riachuelo aparte, aunque las partes siguen siendo completas.
¡Finalmente, el mar, la meta! La integración con el todo. Es llegar a ese lugar donde todas las moléculas se integran, donde la inmensidad es total y somos uno.
Es darse cuenta que mientras más riachuelos se integran a ti, más fácil es el camino. Es ver como ninguna parte que se separa resta, que el todo es siempre más grande que la suma de sus partes y que al final todos los caminos conducen al mar.
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