Comparto una nueva metáfora, de mi alumna de TAROT-Coaching for Life, Ana Bauza.
Hace mucho, mucho
tiempo, existía una lejana y maravillosa
tierra conocida como el Reino Mágico de los Deseos.
viviese allí. Todos los niños tenía un don muy especial y ese don consistía en que ellos podían pedir un deseo, el cual se cumplía a cabalidad, siempre y cuando ese deseo fuera hecho con la fuerza del corazón y con buenas intenciones.
Ah, pero aunque pidieran su deseo, los niños no podían saber en qué momento o
cuando su deseo sería cumplido.
Algunos niños,
se iban olvidando del deseo conjurado al pasar el tiempo y eso era muy extraño, tratándose del hecho de
que vivían en el propio Reino Mágico de los Deseos y no había razón alguna para
pensar que sus deseos no se realizarían. Sin embargo, a veces, eso sucedía.
En las afueras
del Reino vivía una hermosa e inteligente niña llamada Laura. Laura no podía
entender cómo era posible que algunos niños con el tiempo pudieran olvidarse de
sus propios deseos. Se entristecía al
pensar en esos niños y en lo lamentable que podía ser el llegar a grande y no recordar aquello que el
corazón deseó alguna vez con tanta fuerza.
Laura se propuso encontrar la causa de
semejante disparate y para ello debía recorrer un largo camino. Tomó una
libreta y un buen lápiz y comenzó a hacer preguntas a los niños y adultos para
averiguar cuáles eran sus deseos, si
habían hecho uso del don que les fue otorgado y poder encontrar los deseos
cumplidos que otros habían pedido. Sin lugar a dudas eso demostraría que había que confiar en la fuerza del corazón y
eso era para ella la fe.
Y así lo hizo. Su libreta estaba repleta de
historias de deseos cumplidos. Se emocionaba en pensar cuando pudiera compartir
todo eso con su familia y amigos y
especialmente con aquellos que se habían olvidado de sus deseos. Todos los días
había otro sendero que cruzar y otro deseo por descubrir. Pero de tanto caminar y preguntar por diferentes caminos, se fue alejando y
alejando y al tiempo se encontró perdida
en un bosque, lejos de su hogar. Sentía mucho miedo. Qué puedo hacer ahora, se
preguntó. Aunque Laura no había hecho uso de su don pensó: no puedo usar mi deseo solo para pedir regresar a
casa, eso sería muy egoísta de mi parte, además sé que puedo encontrar el
camino de regreso de alguna forma. Y con mucha fé, Laura esperó y esperó, hasta que
por fin, se topó con un anciano
venerable que venía de otras tierras. El
anciano compartió sus provisiones con la niña, le dio de beber agua fresca de
manantial calmando su sed y luego la
acompaño por el bosque de retorno al sendero. Allí el anciano le contó un
secreto. El ayudaba a las personas extraviadas
a encontrar su camino, especialmente aquellas que como Laura tenían fé.
Le dijo también que a diferencia de ella había muchas
personas por esas tierras que estaban extraviadas y que él necesitaba ayuda porque eran muchas. Eso a ella le pareció algo muy grande, más
grande que ella misma, pues era lo que
ella quería hacer y estaba haciendo de alguna manera.

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